COMO EL FINAL DE UN CIRIO

 Esa semana llega a su término y con ella las fuerzas de Francisco. Su vida se extinguía como el final de un cirio. Era el sábado 3 de Octubre.

En las primeras horas del día pidió que le leyeran el relato de la Pasión de Jesucristo según San Juan. Mientras lo hacían lentamente, el enfermo quedó inmóvil, como olvidado de si mismo. Muchos pensaron que ya había muerto, pero cuando terminó la lectura, volvió a hablar para pedir un pan. Lo tomó con sus manos temblorosas, lo bendijo y lo partió, remedando el gesto de Jesús en la última cena, y lo hizo repartir entre los presentes. Quiso decir algo, pero no le brotaron palabras.

En torno de la cabaña había una calma tensa. Los hermanos no sabían si orar por el moribundo o rogarle al santo. Unos estaban de pie a su lado, solícitos al menor de sus movimientos; otros permanecían de rodillas en la capillita de la Virgen. De vez en cuando el silencio era interrumpido por la melodía solemne del cántico de las criaturas, que iba a perderse entre los árboles del bosque.

Hacia las cinco de la tarde Francisco suplicó que lo desnudasen totalmente y lo colocasen sobre la tierra. Muchos se resistían a hacerlo, pero al fin cumplieron su último deseo. Entonces, con voz casi imperceptible comenzó a recitar el Saldo 142, que los hermanos coreaban lentamente.

"Con mi voz clamé al Señor....él es mi porción en la tierra de los vivientes...Saca.. Señor, mi alma de la cárcel, para que vaya a cantar tu nombre ; pues me esperan los justos y tu me darás mi galardón".

Cuando terminó el Salmo, todo quedo inmóvil y en silencio. Dicen que tan solo se escuchó un leve rumor de alas.






Fuente : Francisco para ti de Fernando Uribe,Ofm

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