FIEL AMIGO HASTA LA MUERTE
Recluído en aquel lugar, Francisco se sentía feliz. La cercanía de esos muros que él había reparado y el aroma del bosque vecino, lo reconciliaban con su pasado y lo hacían una sola cosa con la creación entera.
Esa choza humilde era para él como el mejor palacio. Y no es que estuviera apegado a estos lugares. Al contrario, ahora más que antes tenia su corazón desprendido de todo. Pero sentía en su interior el deber de ser cortés con todo lo que Dios había hecho para él, con todo lo que le había regalado.Esta cortesía debía ser mucho más elocuente con sus amigos. Por eso agradecía la fidelidad y la generosidad de todos los hermanos, principiando por el noble y leal Bernardo de Quintaval, el primero que le regaló el Señor.
¿Y cómo no acordarse de la hermana Clara la valiente, la dulce, la decidida, la diáfana ? No podía partir sin enviarle un recadito que le expresara su cariño. Dictó para ella una cartica en la que la exhortaba a que perseverara en sus propósitos y le pidió que no se demandara en ayunos y penitencias que dañaran su salud.
Pensó también en su amiga de Roma, en Jacoba Settesoli, la noble viuda que varias veces lo acogió en su casa, la que tantas formas colaboró en sus proyectos y la que en momentos difíciles lo animó en su ideal. Estando en aquel trance deseó volverla a ver y la mandó llamar por medio de una carta en la que, para urgir su presencia, le pedía le trajera lo indispensable para su sepultura y algunos de esos pastelitos que tanto le gustaban. Dicen que la carta no alcanzo a llegar a su destino, porque al poco rato entraba la señora Jacoba acompañada de sus dos hijos, trayendo muchas cosas pero, sobre todo, la solicitud y la nobleza de la más fina amistad.
Fuente : Una vida que cuestiona de Fernando Uribe, OFM
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